30.9.12

LECHE


La leche es el primer alimento que el ser humano, así como todas las crías de los mamíferos, recibe desde el inicio de su vida extrauterina, y resulta ser el alimento completo que cubre todas las necesidades nutricionales en la primera etapa de la vida (0-6 meses de edad), siempre y cuando sea la leche de su propia especie, la especie Humana.

Sin embargo, a partir de aproximadamente los seis meses de edad, la leche materna se hace insuficiente, como único alimento, para satisfacer los requerimientos nutricionales del lactante, y es necesario complementarla introduciendo gradualmente nuevos alimentos, especialmente de origen vegetal. No se recomienda que los bebés consuman leche de vaca antes del año de edad, en primer lugar, por ser considerado un alimento sumamente alergénico y difícil de tolerar, y en segundo lugar por su pobreza en hierro.

La vaca ha sido llamada la madre adoptiva de la especie humana, debido al uso exagerado que se ha dado a su leche como alimento para la humanidad, a pesar de que la leche de vaca difiere muchísimo de la leche de mujer. Aunque sea la más consumida, la composición de la leche de vaca es ideal para los terneros, pero no para los humanos. Por eso, en las fórmulas lácteas para alimentación infantil, se modifica la composición de la leche de vaca, con el fin de asemejarla a la de la leche humana.

La leche humana es la más pobre en proteínas y calcio de todas las leches. Sin embargo, es la más rica en ácidos grasos monoinsaturados (aceite de oliva) y poliinsaturados, necesarios para el desarrollo del cerebro humano.
En cambio, la leche de vaca contiene más del triple de proteínas y de calcio que la leche humana, aunque menos grasas e hidratos de carbono. Sus glóbulos de grasa son muy grandes, y tienden a flotar formando la nata. Esto hace que la digestión de la leche de vaca en su estado natural sea más lenta que la de otros mamíferos. La homogeneización de la leche disminuye un poco este inconveniente. Aparte de diferenciarse en la cantidad total de proteínas, la leche de vaca contiene de 3 a 3,5 g/l00 ml y la de mujer cerca de 1 g/l00 ml, se diferencian en la distribución y tipo de proteínas que contienen. En la leche de vaca, la Caseína representa aproximadamente el 80% del total de proteínas, y las Proteínas del Suero el 20% restante; en contraste, las proteínas de la leche humana se distribuyen en solo un 20% de Caseína, y el mayor porcentaje, 80% de Proteínas del Suero, al revés de lo que presenta la leche de vaca. Dentro de la fracción caseínica, en la leche humana la beta-caseína es el componente mayoritario frente a la alfa-caseína en la de vaca.

La excesiva cantidad de caseína de la leche de vaca neutraliza la acidez gástrica favoreciendo las infecciones intestinales. Además, se coagula en grumos gruesos que no pueden ser bien digeridos por el lactante. Las proteínas de la leche de vaca modificada por la industria para bebés, permanecen en el estómago durante 60 minutos, mientras que las de la leche de mujer solo permanecen 15 minutos.
La caseína es deficitaria en los aminoácidos azufrados Metionina y Cisteína, en cambio, las proteínas del suero son más completas que la caseína, de allí que las proteínas de la leche de mujer sean de mayor Valor Biológico, puesto que en ella predominan las proteínas del suero.

Es interesante notar también que, en la leche de vaca, se destaca la presencia de la Beta-Lactoglobulina, la proteína sérica cuantitativamente más importante de la leche de vaca, que NO SE ENCUENTRA EN LA LECHE HUMANA, y a la cual se le ha atribuido un poderoso EFECTO ALERGÉNICO.

Es probable que por ser una proteína ausente en la leche humana, el bebé no posea las condiciones y enzimas necesarias para su digestión, y cuando se le suministra leche de vaca esta proteína llega al intestino sin modificación, como cualquier proteína extraña. Las proteínas extrañas llegan hasta el intestino delgado intactas, produciendo una sensibilización prematura que puede ser una causa importante en el desarrollo de asma y eczema infantiles.

Otra diferencia entre la leche humana y la de vaca está en la composición de sus ácidos grasos. En la leche de vaca, así como la de otros mamíferos, predominan los ácidos grasos saturados, representando el 66% aproximadamente de su contenido total de grasa; en cambio, en la leche humana existe una proporción equilibrada entre los saturados e insaturados (mono y poliinsaturados), 48% de ácidos grasos saturados, 40% de monoinsaturados y 12% de poliinsaturados. Esto es importante ya que los ácidos grasos insaturados son esenciales para el desarrollo y maduración del sistema nervioso del bebé.

La baja proporción de ácidos grasos poliinsaturados frente a los saturados, unido a su alto contenido en colesterol (300 a 350 mg/l00 g de grasa) ha llevado a la recomendación de restringir o excluir la grasa láctea de la dieta.

La leche humana contiene más hidratos de carbono (CHO) que la leche de vaca, aproximadamente un 7,0% contra un 4,7%, respectivamente. Estos CHO están representados casi en su totalidad por el azúcar (disacárido) lactosa. Se ha observado que la lactosa favorece la absorción del calcio en el intestino; las bacterias intestinales la transforman en ácido láctico, impidiendo así el crecimiento de gérmenes patógenos en el intestino; y la galactosa, resultante de la hidrólisis de la lactosa por la enzima lactasa en el intestino, al permanecer más tiempo en éste debido a su lenta absorción, promueve el crecimiento de flora bacteriana sintetizadora de biotina y otras vitaminas del complejo B.

El total de minerales de la leche de vaca (0,7%) englobado dentro del término cenizas, es casi cuatro veces mayor que el de la leche humana (0,2%), lo que es significativamente importante porque resulta ser una sobrecarga para los riñones del lactante que es alimentado con leche de vaca. Los elementos más abundantes son el Potasio (K), Calcio (Ca), Cloro (Cl), Fósforo (P), Sodio (Na) y Magnesio (Mg). De los constituyentes mayoritarios destacan el Ca y el P, los cuales se encuentran principalmente unidos a las caseínas; en la leche humana, con más baja concentración de éstas, los niveles de estos elementos son inferiores (340 y 140 mg/l, frente a 1.200 y 950 mg/l de Ca y P respectivamente), pero la relación Ca/P es mayor (2,42 frente a 1,26). Esto significa que la leche de vaca contiene casi 7 veces más P y 4 veces más Ca que la humana, lo que acarrea un estímulo permanente de las glándulas paratiroideas y, en consecuencia, una excreción urinaria del exceso de fósforo (lo que podría ser responsable de las tetanias neonatales que ocurren en la primera semana de vida). El hecho de que la leche de mujer sea más pobre en Ca, cumple una misión muy concreta: favorecer la absorción intestinal de las grasas que de otra manera formarían jabones insolubles difíciles de absorber.

Pero de todas las diferencias la más espectacular es la de las hormonas de crecimiento que junto con el contenido proteico hacen posible el rápido crecimiento de los neonatos. Mientras un bebé dobla el peso en 6 meses, ganando unos 7 kilogramos, un ternero lo hace en 47 días, ganando más de 100.

De esta lectura sacamos en claro que no hay comparación entre la leche materna y leche de vaca, sobre todo cuando estamos hablando de nutrición en los primeros meses de vida. Si por alguna razón el niño no puede ser amamantado, la leche de fórmula sería nuestra primera opción, y teniendo en cuenta los parámetros hasta el momento evidenciados, tendríamos que tener en cuenta los siguientes parámetros para aumentar la salud del bebé:

Lo más interesante es la gran diferencia de ácidos grasos; estos ácidos grasos no los pueden añadir a la leche de fórmula porque se oxidan inmediatamente y además al calentar la leche (procesos de UHT) los ácidos se saturan y se vuelven saturados.
El intestino del bebé no digiere bien las proteínas lácteas; no debemos sobrecargar aún más su intestino, ni su hígado, ni sus riñones con más proteínas de lenta o difícil asimilación: proteínas animales (carnes rojas, yogures, queso, mantequilla, huevos), y deberíamos complementar su dieta con algo de pescado y carne magra, y proteínas vegetales a partir del año (legumbres).
Tendrá déficit de hierro, y puede desarrollar anemia, irritabilidad y síndrome de las piernas inquietas por la noche: da vueltas en la cuna hasta que se duerme. Deberíamos suplementar esa carencia de hierro.
Tiene carencias de metionina y cisteína, dos aminoácidos esenciales en la desintoxicación hepática. El síntoma de carencia más habitual de estos aminoácidos son infecciones pulmonares de repetición, con excesiva formación de moco. Este moco se añade al moco que crea el intestino como defensa ante la caseína, por lo que en general son niños “mocosos”. El l-cisteína en farmacias se vende con el nombre comercial de fluimil o fluimicil; es más interesante administrárselo al niño como aminoácido que como medicamento químico con sus respectivos excipientes.
Puede tener una reacción alérgica a alguna proteína, que se puede manifestar como mucosidad, asma, dermatitis o incluso artritis.
El bebé engorda y crece más rápido de lo que sería fisiológico en él, pudiendo desarrollar resistencia a la insulina y en el futuro diabetes, ovarios poliquísticos, terrores nocturnos, hiperlipidemias, hipercolesterolemias, obesidad, diferentes tipos de cáncer, etc (Libro El mono obeso de J.Campillo).
Por la ausencia de Inmunoglobulinas A de la leche materna, tendrán más posibilidad de coger infecciones: se recomienda Pre y pro bióticos, vitamina C y betaglucanos.
Los niños tendrán déficits de vitaminas B que se puede paliar con suplementos nutricionales.

Si la problemática del bebé es muy evidente en relación a la leche de fórmula: dermatitis, bronquiolitis de repetición, neumonías, asma, insomnio, estreñimiento, etc., se recomienda darle leche de soja de fórmula, que se vende en farmacias

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