24.5.13

LECHE MATERNA


En la secreción de las glándulas mamarias femeninas se encuentran más de 200 tipos de cadenas cortas de carbohidratos. Además del efecto probiótico de la leche materna, durante los últimos años los científicos han descubierto una serie de funciones adicionales que resultan decisivas para la salud del niño.
Los dos hallazgos podrían parecer contradictorios, pero sólo a primera vista:
para los recién nacidos no existe ningún alimento más saludable que la leche del pecho de la madre.
se pueden encontrar hasta 700 especies diferentes de bacterias en la leche materna, tal comodescubrió un grupo de investigadores españoles el año pasado.
La OMS recomienda la lactancia materna exclusiva hasta el sexto mes de vida, y posteriormente como suplemento hasta cumplidos los dos años de edad. El calostro, la pegajosa primera leche de los recién nacidos, es el alimento perfecto. “Las madres deberían comenzar con la lactancia ya durante las primeras horas después del nacimiento”, escribe la organización en los consejos para padres.
Varios cientos de variantes de carbohidratos
Las grasas, proteínas y factores de crecimiento de la leche resultan fundamentales para la vida y constituyen la base para la recomendación de la OMS. Sin embargo, igualmente interesantes (aunque menos estudiados) resultan los oligosacáridos, cadenas de carbohidratos sencillas o ramificadas formadas por cinco bases estructurales diferentes y cuya función no es la de proveer de energía a los pequeños consumidores. Las glándulas mamarias no se limitan a producir unas pocas variantes, sino que su número alcanza varias centenas de oligosacáridos diferentes. Cada madre posee su propio repertorio individual, todos compuestos a partir de los elementos lactosa (glucosa + galactosa), fucosa, N-acetilglucosamina y ácido N-acetilneuramínico, con una longitud de entre 2 y 32 unidades. En comparación con los animales domésticos como la oveja o la vaca, la secreción del pecho femenino humano presenta un contenido entre cien y mil veces superior de este carbohidrato particular.
Aunque todavía no se conocen los efectos de estas moléculas hasta sus últimos detalles, los investigadores sí han sido capaces de identificar algunas de sus funciones. En el intestino impiden la expansión de los gérmenes patógenos, fortalecen al incipiente sistema inmune y aparentemente también participan en el desarrollo del cerebro. Y es probable que no sólo ayuden al niño, sino también a su madre.
Alimento para bifidobacterias y trampa para gérmenes patógenos
Las bifidobacterias desempeñan un papel crucial en la colonización del pequeño y virginal intestino delgado del recién nacido: su desarrollo reduce la oferta de espacio y nutrientes para otros parientes más desagradables. Mientras que los oligosacáridos no le sirven demasiado al metabolismo humano, algunas bifidobacterias han desarrollado todo un arsenal de glucosidasas con las que son capaces de separar las cadenas de carbohidratos e incluso de aprovecharlas como única fuente de carbono. Sin embargo, las cadenas de carbohidrato no sólo sirven de material de combustión, sino también como punto de anclaje en el epitelio intestinal, del que sobresalen. Algunos miembros de la familia de la Escherichia coli o la Helicobacter pilori se adhieren a ellas y se vuelven sedentarias. Los glicanos con residuos fucosil, por ejemplo, inhiben la adhesión de la bacteria patógena Campylobacter jejuni, causante de diarrea.
Al igual que sucede con otras bacterias, ellas confunden al carbohidrato de la leche con el punto de anclaje y terminan migrando hacia el ano. También las toxinas bacterianas basadas en las lectinas se adhieren a los glicanos, donde pueden producir daños considerables. Los oligosacáridos de la leche las pueden capturar. Los bebés amamantados también sufren con menor frecuencia de enfermedades de las vías respiratorias o de otitis media. Algunas acciones específicas de los oligosacáridos contra las bacterias Streptococcus pneumoniae, Pseudomonas aeroginosa o Hämophilus influenzae podrían contribuir a ello, ya que la leche también alcanza estas regiones en el lactante.
Contra amibiasis, norovirus y VIH
Pero no sólo las bacterias dependen de los carbohidratos de la leche. Especialmente en los países en vía de desarrollo, parásitos como la Entamoeba histolytica producen enfermedades intestinales a menudo mortales en los infantes. En este caso, el carbohidrato impide la unión entre la lectina y el epitelio intestinal. Y los virus también tienen dificultades con la leche materna, sobre todo los norovirus y rotavirus, desencadenantes de diarreas. En África se ha observado que cuatro de cada cinco niños no se infectan del VIH ni en el útero ni a través de la leche de madres infectadas con el virus. Algunos de los carbohidratos presentes en la leche compiten con un receptor de las células dendríticas (DC-SIGN, dendritic cell ICAM-3-grabbing non-integrin) en el que de otro modo se uniría la glucoproteína 120 del VIH.
Enterocolitis necrotizante: un caso para los oligosacáridos
En la interacción con el sistema inmune, las lectinas de la superficie celular de los leucocitos también desempeñan un papel importante, aunque todavía no se ha identificado con exactitud a los receptores. En caso de alergia al cacahuete, los oligosacáridos reducen la producción de interleucina-4 y podrían resultar útiles en la prevención de la alergia. En caso de inflamación, las selectinas de la superficie celular de las células endoteliales reaccionan con las cadenas de carbohidratos de los leucocitos que flotan en el torrente sanguíneo. Retrasan el tráfico de las células inmunes, llevándolas a resbalar a lo largo de la pared del vaso y finalmente a detenerse. Entonces es sólo cuestión de tiempo para que abandonen el vaso, migren al tejido y produzcan una inflamación. Las plaquetas también poseen estas selectinas, y en los neutrófilos se encargan de la formación de complejos con la posterior fagocitosis. Los carbohidratos de la leche pueden interceptar estas reacciones.
Aunque más del 90% de los oligosacáridos maternos abandonan el tracto digestivo sin sufrir cambios, los métodos de análisis finos son capaces de detectar más o menos el 1% de estos carbohidratos en la orina del lactante, una señal inequívoca de que una pequeña parte ingresa al torrente sanguíneo. Los bebés amamantados (en especial los prematuros) presentan un riesgo considerablemente más reducido de padecer la (a menudo letal) enterocolitis necrotizante, aunque todavía no se sabe bien por qué esto es así. Sin embargo, se sabe que la di-sialil-lacto-N-tetraosa (DSLNT) desempeña un papel destacado. En ratas, este carbohidrato redujo tanto la intensidad como la frecuencia de la inflamación intestinal. Ahora cinco clínicas estadounidenses están elaborando un examen para detectarlo en la leche materna, con el fin de reducir el riesgo de esta frecuente afección en los bebés prematuros. Sin embargo, como la DSLNT es considerablemente más larga que la mayoría del resto de carbohidratos, una terapia con ella resultará con seguridad muy costosa, independientemente de si se obtiene por procedimientos sintéticos o se la extrae de la leche materna.
Suministro de ácido neuramínico en el cerebro
El crecimiento de las neuronas en el cerebro depende del suministro de ácido neuramínico, un importante componente para los gangliósidos y las glucoproteínas. Los oligosacáridos de la leche contienen concentraciones elevadas de esta sustancia. Esta podría ser la causa de que los niños amamantados presenten un cociente de inteligencia un poco más elevado en el momento de empezar la escuela. Sin embargo, todavía se debate si la concentración verdaderamente baja de carbohidratos procedentes de la leche materna en la circulación del niño debería considerarse un proveedor directo. También serían concebibles efectos indirectos a través de factores de crecimiento en el tracto gastrointestinal.
Las diferencias individuales en la dotación de la leche materna con cadenas de carbohidratos dependen también de la presencia de fucosil transferasas. Como el sistema de grupos sanguíneos “Lewis” también se orienta según la dotación genética para esta enzima, el espectro de carbohidratos de la leche refleja los grupos de Lewis y secretor. Además, el contenido y la composición varían a lo largo de la duración de la lactancia. El calostro aún contiene entre 20-25 gramos de oligosacáridos por litro; más tarde el índice desciende a entre 5 y 20 g/l. Por último, los pequeños no son los únicos que obtienen beneficios a partir de estos importantes componentes. Aparentemente, la leche materna también protege al pecho que la produce de infecciones de gérmenes patógenos, como por ejemplo los estafilococos. De hecho el cáncer de mama y también el carcinoma del cérvix son menos comunes en las madres lactantes.
Sucedáneos de la leche: no siempre sin problemas
Por supuesto, con tantos beneficios derivados de la leche materna los productores de alimentos para bebés intentan proporcionar a sus productos sucedáneos de la leche aunque sea con algunas de estas facultades. Al añadir galacto-oligosacáridos y una cultura de lactobacilos, HIPP intenta aumentar el valor añadido de su alimento para lactantes, mientras que el competidor Nestlé (Alete, Beba) apuesta por las bifidobacterias en sus productos. Sin embargo, el problema radica en los enormes costos del oligosacárido añadido. A menudo estas sustancias se obtienen de plantas como la endibia. Sin embargo, una diversidad como la que se encuentra en la secreción del pecho materno resulta prácticamente imposible de alcanzar. Por otro lado hay que considerar posibles efectos secundarios problemáticos. A menudo se utilizan fructo-oligosacáridos, que reducen el riesgo de alergias. Sin embargo, estudios con ratas demuestran que estos azúcares debilitan la barrera intestinal, lo que podría favorecer las intrusiones de visitantes no deseados como la salmonella. Además, la mayoría de estos derivados no contienen los importantes residuos de ácido neuramínico.
En Alemania, alrededor del 70% de las mujeres sigue amamantando dos meses después del parto; después de seis meses sólo la mitad continúa haciéndolo. En Noruega, el porcentaje después de medio año ronda el 80%. No obstante, no todas las madres pueden amamantar a sus hijos y transmitir así a su niño los factores de protección de las glándulas mamarias. Con el conocimiento cada vez mayor de los mecanismos de defensa en contra de infecciones y de los descarrilamientos del sistema inmunológico obtenidos mediante carbohidratos, “los productos sucedáneos de la leche no dejan de mejorar”, tal como confirma Mathilde Kersting, del Instituto de Investigación de Nutrición Infantil en Dortmund. Por último, también se observan indicios de riesgos de anemia, alergias y celiaquía cuando las madres amamantan exclusivamente a sus hijos durante más de seis meses. En este sentido resulta cuestionable si la prohibición de la publicidad para sucedáneos de la leche (tal como establece la OMS en su código de 1981) y de cualquier contacto directo entre los productores y las madres realmente ayuda a la investigación y al desarrollo.

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