La
química del amor es una expresión acertada. En la cascada de reacciones
emocionales hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y
otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión amorosa
descontrole nuestra vida y ellas son las que explican buena parte de los signos
del enamoramiento.
Cuando
encontramos a la persona deseada se dispara la señal de alarma, nuestro
organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo
envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas
suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y
noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células
nerviosas).
Sus efectos
se hacen notar al instante:
El corazón
late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
La presión
arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
Se liberan
grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
Se generan
más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente
sanguínea.
Hay dos
cosas que el hombre no puede ocultar: que está borracho y que está
enamorado
Antífanes -388-311 a. C.-, comediógrafo griego
Antífanes -388-311 a. C.-, comediógrafo griego
Los
síntomas del enamoramiento que muchas personas hemos percibido alguna vez, si
hemos sido afortunados, son el resultado de complejas reacciones químicas del
organismo que nos hacen a todos sentir aproximadamente lo mismo, aunque a
nuestro amor lo sintamos como único en el mundo.
Ese estado
de "imbecilidad transitoria", en palabras de Ortega y Gasset, no se
puede mantener bioquímicamente por mucho tiempo.
No hay
duda: el amor es una enfermedad. Tiene su propio rosario de pensamientos
obsesivos y su propio ámbito de acción. Si en la cirrosis es el hígado, los
padecimientos y goces del amor se esconden, irónicamente, en esa ingente
telaraña de nudos y filamentos que llamamos sistema nervioso autónomo. En ese
sistema, todo es impulso y oleaje químico. Aquí se asientan el miedo, el
orgullo, los celos, el ardor y, por supuesto, el enamoramiento. A través de
nervios microscópicos, los impulsos se transmiten a todos los capilares,
folículos pilosos y glándulas sudoríparas del cuerpo. El suave músculo
intestinal, las glándulas lacrimales, la vejiga y los genitales, el organismo
entero está sometido al bombardeo que parte de este arco vibrante de nudos y
cuerdas. Las órdenes se suceden a velocidades de vértigo: ¡constricción!,
¡dilatación!, ¡secreción!, ¡erección! Todo es urgente, efervescente,
impelente... Aquí no manda el intelecto ni la fuerza de voluntad. Es el reino
del siento-luego-existo, de la carne, las atracciones y repulsiones
primarias..., el territorio donde la razón es una intrusa.
Hace apenas
13 años que se planteó el estudio del amor como un proceso bioquímico que se
inicia en la corteza cerebral, pasa a las neuronas y de allí al sistema
endocrino, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas.
El
verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el
cerebro la FENILETILAMINA, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas.
Al
inundarse el cerebro de esta sustancia, éste responde mediante la secreción de
dopamina (neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del
cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un
comportamiento que proporciona placer), norepinefrina y oxiticina (además de
estimular las contracciones uterinas para el parto y hacer brotar la leche,
parece ser además un mensajero químico del deseo sexual), y comienza el trabajo
de los neurotransmisores que dan lugar a los arrebatos sentimentales, en
síntesis: se está enamorado. Estos compuestos combinados hacen que los
enamorados puedan permanecer horas haciendo el amor y noches enteras
conversando, sin sensación alguna de cansancio o sueño.
El affair
de la feniletilamina con el amor se inició con la teoría propuesta por los
médicos Donald F. Klein y Michael Lebowitz del Instituto Psiquiátrico de Nueva
York, que sugirieron que el cerebro de una persona enamorada contenía grandes
cantidades de feniletilamina y que sería la responsable de las sensaciones y
modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando estamos enamorados.
Sospecharon
de su existencia mientras realizaban un estudio con pacientes aquejados
"de mal de amor", una depresión psíquica causada por una desilusión
amorosa. Les llamó la atención la compulsiva tendencia de estas personas a
devorar grandes cantidades de chocolate, un alimento especialmente rico en
feniletilamina por lo que dedujeron que su adicción debía ser una especie de
automedicación para combatir el síndrome de abstinencia causado por la falta de
esa sustancia. Según su hipótesis el, por ellos llamado, centro de placer del
cerebro comienza a producir feniletilamina a gran escala y así es como perdemos
la cabeza, vemos el mundo de color de rosa y nos sentimos flotando.
Es
decir LAS ANFETAMINAS NATURALES TE PONEN A CIEN.
El 50% de
las mujeres entrevistadas para el libro Por qué necesitan las mujeres del
chocolate confesó que elegiría el chocolate antes que el sexo. Hay quienes
al chocolate lo llaman EL PROZAC VEGETAL.
En una de
las aventuras de Charlie Brown se puede leer "una buena manera de
olvidar una historia de amor es comerse un buen pudin de chocolate".
Su
actividad perdura de 2 a 3 años, incluso a veces más, pero al final la
atracción bioquímica decae. La fase de atracción no dura para siempre. La
pareja, entonces, se encuentra ante una dicotomía: separarse o habituarse a
manifestaciones más tibias de amor -compañerismo, afecto y tolerancia-. Dos
citas muy interesantes son:
El amor es
como la salsa mayonesa: cuando se corta, hay que tirarlo y
empezar otro nuevo.
Enrique Jardiel Poncela.
empezar otro nuevo.
Enrique Jardiel Poncela.
El amor es
como Don Quijote: cuando recobra el juicio es para morir.
Jacinto Benavente
Jacinto Benavente
Con el
tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias
y toda la locura de la pasión se desvanece gradualmente, la fase de atracción
no dura para siempre y comienza entonces una segunda fase que podemos denominar
de pertenencia dando paso a un amor más sosegado. Se trata de un sentimiento de
seguridad, comodidad y paz. Dicho estado está asociado a otra DUCHA QUÍMICA. En
este caso son las endorfinas -compuestos químicos naturales de estructura
similar a la de la morfina y otros opiáceos- los que confieren la sensación
común de seguridad comenzando una nueva etapa, la del apego. Por ello se sufre
tanto al perder al ser querido, dejamos de recibir la dosis diaria de
narcóticos.
Para
conservar la pareja es necesario buscar mecanismos socioculturales (grata
convivencia, costumbre, intereses mutuos, etc.), hemos de luchar por que el
proceso deje de ser solo químico. Si no se han establecido ligazones de
intereses comunes y empatía, la pareja, tras la bajada de FEA, se sentirá cada
vez menos enamorada y por ahí llegará la insatisfacción, la frustración,
separación e incluso el odio.
Parece que
tienen mayor poder estimulante los sentimientos y las emociones que las simples
substancias por sí mismas, aquellos sí que pueden activar la alquimia y no al
sentido contrario.
Un estudio
alemán ha analizado las consecuencias del beso matutino, ése que se dan los
cónyuges al despedirse cuando se van a trabajar. Los hombres que besan a sus
esposas por la mañana pierden menos días de trabajo por enfermedad, tienen
menos accidentes de tráfico, ganan de un 20% a un 30% más y viven unos ¡cinco
años más! Para Arthur Sazbo, uno de los científicos autores del estudio, la
explicación es sencilla: "Los que salen de casa dando un beso empiezan el
día con una actitud más positiva".
Es cierto,
no podemos negarlo, es un hecho científico que existe una química interna que
se relaciona con nuestras emociones y sentimientos, con nuestro comportamiento,
ya que hasta el más sublime está conectado a la producción de alguna hormona.
No hay una
causa y un efecto en la conducta sexual, sino eventos físicos, químicos,
psíquicos, afectivos y comunicacionales que se conectan de algún modo, que
interactúan y se afectan unos a otros.
Existe, sí,
una alquimia sexual, pero se relaciona íntimamente con los significados que le
damos a los estímulos, y éstos con el poder que les ha concedido una cultura
que, a su vez, serán interpretados por cada uno que los vive de acuerdo con sus
recursos personales y su historia. Esperemos que estos estudios en un futuro
nos conduzcan a descubrir aplicaciones farmacológicas para aliviar las penas de
amor.
Espero que
una vez leído este artículo no le digáis a vuestra pareja después de hacer el
amor: "he tenido una sensación sumamente agradable producto del aumento de
testosterona y la disminución consiguiente de serotonina", entre otras
cosas porque os estrangularía.
Para
terminar otras interesantes citas:
Se
reconocen tres etapas: lujuria, atracción y apego (cariño).
La lujuria. Parece
ser el mecanismo que Dios ha provisto para asegurarse de la propagación de la
especie. La compartimos con todos los animales, y es esa atracción irracional
por lo sexual no importa con quien. Es la etapa que más confunde. Se manifiesta
de muy
diferentes maneras, algunas de ellas inaceptables según la cultura en que
vivamos. Esta etapa está dirigida por las hormonas testosterona y estrógeno. La
testosterona se encuentra
también en las mujeres y es una de las hormonas –junto con sus derivados-
que se usa para aumentar la capacidad muscular en los deportes.
En esta
etapa no se puede pensar. Es muy semejante a la del adicto a drogas, ya que las
mismas hormonas están presentes. No se debe tomar decisiones aquí. ¿Confiaría
en las decisiones de un drogadicto?
Testosterona
(para entender la estructura vaya a Notas de química orgánica-en proceso)
La
atracción. Se podría decir que esta etapa está más dirigida hacia la
persona que hemos seleccionado, (o que nos han hecho seleccionar por una
película que vimos, la publicidad, una situación, etc.). Está dirigida
principalmente por tres hormonas, la dopamina, la adrenalina(también
llamada norepinefrina, la que nos hace sudar y agitar el corazón) y la serotonina.
Esta última es la que nos vuelve locos por la persona amada.
El apego.
Esta es la etapa a la que se llega después de un tiempo, cuando la pareja
decide estabilizar la relación. Es más calmada y la que se necesita para
comenzar una familia. Está dominada por las hormonas oxitocina y
vasopresina. Interesante, la oxitocina es liberada por el hipotálamo en el
cerebro durante el parto y es la hormona que provoca la expulsión de la leche
durante la lactancia. Tiene muchas otras funciones y se encuentra también en el
hombre. Es la hormona principal que establece los lazos entre madre e hijos y
entre la pareja.
La
vasopresina, es una hormona que está asociada con la función renal y por tanto
con la presión sanguínea. También está ligada con el apego a lo largo del
tiempo
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