En la conferencia
de Munich de 1938, Alemania recupera los Sudetes (zona
fronteriza con Checoslovaquia) con el consentimiento de Francia y Gran Bretaña.
La debilidad de los occidentales hizo crecerse a Hitler y dudar a Stalin. Las
ideologías marxistas y nazi, diametralmente opuestas, convergían en intereses
comunes y llegaron a un acuerdo. Los planes de Hitler pasaban por la
invasión de Polonia, pero tenía que buscar pretextos que la justificasen; pues
dicho y hecho, recuperar el corredor de Pomerania (en Prusia) y el
puerto báltico de Danzig (antiguos territorios alemanes, ahora
controlados por Polonia). Las pretensiones anexionistas de Alemania por el
Oeste y de la Unión Soviética por el Este (parte de Polonia estuvo bajo control
ruso), colocan a Varsovia en el centro del huracán. Ante la pasividad de
Francia y Gran Bretaña, el 25 de agosto de 1939 los ministros de
exteriores ruso, Molotov, y alemán, Ribbentrop, firma un pacto de no
agresión… La sentencia de Polonia estaba firmada.
Además, en
Polonia se establecieron 5 campos de exterminio: Chelmno, Belzec, Sobibor,Treblinka y Auschwitz-Birkenau.
De las deportaciones masivas a los campos se libraron dos pequeños pueblos de
Polonia (Rozvadow y Zbydniowie) gracias al ingenio de los médicos Lazowski
y Watulewicz. Uno de sus paisanos, que iba a ser deportado a uno de los campos,
les suplicó que hiciesen algo para evitarlo… ¿Qué podían hacer dos médicos de
pueblo? Una guerra biológica defensiva.
Lazowski y
Watulewicz habían comprobado que la prueba de Weil–Felix – utilizada
para diagnosticar las infecciones por Rickettsias responsables del
mortal tifus – daban falsos positivos con la bacteria Proteus OX19 que,
aunque con efectos secundarios, no es mortal. Así que, decidieron inyectarle la
bacteria Proteus OX19 y luego se envió una muestra de sangre a los
alemanes para su análisis. La prueba de Weil-Felix dio positivo por tifus y el
joven se salvó. Visto el éxito de este ensayo, decidieron propagar la
infección a escala masiva en los pueblos de Rozvadow y Zbydniowie. Los
alemanes, temiendo una epidemia de tifus, decidieron poner los pueblos en
cuarentena y enviaron a su propio equipo médico a la zona.
Lazowski y
Watulewicz pensaron que el equipo médico destaparía su engaño pero tuvieron
suerte… El equipo estaba compuesto por un viejo médico y dos jóvenes
enfermeros. Los polacos demostraron su hospitalidad ofreciendo en su honor un
pantagruélico banquete e ingentes cantidades de vodka. El médico alemán, un
poco afectado ya por el vodka, decidió que fuesen los bisoños enfermeros a
inspeccionar el pueblo; éstos, con más miedo a la infección que ganas por hacer
su trabajo, quedaron impresionados cuando los polacos les mostraron el último
muerto por el tifus – era un anciano que había muerto por anemia -.
El equipo médico quedó convencido y abandonaron el lugar.
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