La mayoría
de los dueños de perros no dudarían
en afirmar que su mascota siente celos. No es nada raro. Incluso Charles
Darwin lo pensaba. Pero algunos científicos discutirán que semejante
sentimiento requiere de un pensamiento complejo y algunos incluso mantendrán
que se trata de una construcción social, ya que no aparece en todas las
culturas humanas y no parece estar «grabado» en nuestro cerebro de la misma
forma que el miedo o el enfado.
Christine
Harris, profesora de psicología de la Universidad de California en San Diego
cree, por el contrario, que puede existir una forma básica de celos, que
evolucionó para proteger los vínculos sociales de los intrusos. Y esa forma
básica puede encontrarse en otras especies sociales, como los perros. Harris y su
equipo lo han comprobado con un experimento, el primero de su clase, muy
similar al que se utiliza para identificar los celos en los niños de 6 meses.
Un total de
36 perros fueron
grabados en sus hogares con una cámara mientras sus dueños les ignoraban e
interactuaban con tres objetos diferentes: un perro de peluche de una apariencia
muy realistaque incluso ladraba y gemía, una cubeta y un libro. En los dos
primeros casos, los dueños debían tratar al peluche y a la cubeta como si se
tratara de un perro de verdad, hablándole y acariciándole. En el tercer
escenario, leían en alto un libro del que de forma inesperada salían melodías.
Los científicos descubrieron que los perros exhibían un comportamiento de
celos, como mordisquear, interponerse entre el dueño y el objeto, y empujar o
tocar al objeto o al dueño, cuando los dueños se mostraban cariñosos hacia lo
que parecía ser otro perro.
«Nuestro
estudio sugiere no solo que los perros realizan lo que parecen ser conductas de
celos, sino también que estaban tratando de romper la conexión entre el
propietario y un rival aparente», dice Harris en PLOS ONE. «En realidad, no podemos hablar
de las experiencias subjetivas de los perros, por supuesto, pero parece como si
estuvieran motivados para proteger una relación social importante».
Ladrar al
«otro» perro
Los perros
eran dos veces más propensos a empujar o tocar al propietario cuando este
estaba interactuando con el perro de imitación (78%), que cuando el dueño hacía
caso a la cubeta (42%) o al libro (22%). Alrededor del 30% de los perros
también trató de interponerse entre su propietario y el animal de peluche. Y
mientras que el 25% ladró al «otro perro», solo uno lo hizo al cubo y al libro.
Pero,
¿creían los perros que el
animal de peluche era un rival real? Harris cree que su agresividad sugiere
que, en efecto, lo creían. También cita como evidencia adicional que el 86% de
los perros olfateó la parte trasera del can de juguete durante el
experimento.
Según la
investigadora, la mayoría de las investigaciones sobre los celos humanos se
hacen en la pareja. Pero muchas veces este sentimiento se produce entre
hermanos, amigos e incluso compañeros de trabajo cercanos. Además, los primeros
signos de celos humanos se observan en bebés y niños pequeños, lo que sugiere
que la emoción puede haber evolucionado a partir de los hermanos que compiten
por los recursos que pueden proporcionar los padres, como alimento, cuidados y
afecto, por lo que naceríamos «programados» para ello.
La angustia
ante un rival
Entender
los celos es importante, escriben los investigadores, debido a que es una
emoción con grandes consecuencias psicológicas y sociales. Por ejemplo, a
menudo aparece como la tercera causa de homicidio no accidental.
«Mucha
gente ha asumido que los celos son una construcción social de los seres
humanos, o que es una emoción específica ligada a las relaciones sexuales y
románticas», dice Harris. «Nuestros resultados desafían estas ideas, mostrando
que los animales, además de nosotros mismos, muestran una fuerte angustia cada
vez que un rival usurpa el afecto de un ser querido».
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