Los vampiros, aunque
algunas personas no lo crean, son personajes que pertenecen exclusivamente al
mundo de la ficción. El más famoso de todos ellos es el Conde Drácula, que
fue creado por el escritor Bram Stoker y que ha generado numerosas
adaptaciones cinematográficas que van desde el terror al humor. Ha corrido
mucha tinta sobre este personaje y parece que existe un cierto consenso sobre
el hecho de que esté inspirado en un personaje real: Vlac Tepes, un príncipe
rumano del siglo XV, cuyo sobrenombre Drácula era debido a que era hijo de
Vlac Dracul. Aunque la historia muestra que este príncipe resultó un tanto
sanguinario, conocido también como "el empalador", desde luego no
era un vampiro.
La leyenda se ha ido gestando poco a poco, desde las
características que la novela de Bram Stoker atribuye a los vampiros hasta las
que cada nueva aportación cinematográfica va incorporando. El resultado es que
tenemos unos vampiros con unas características muy particulares: necesitan
alimentarse de sangre, no les puede dar directamente la luz solar, porque los
corroe y destruye, huyen de los ajos y de las cruces, tienen un gran atractivo
sexual y sólo mueren si una estaca de madera les atraviesa el corazón (salvo si
las necesidades del guión, provocan que sigan vivos hasta el capítulo
siguiente).
Pero, al igual que el personaje de Drácula aparentemente
está inspirado en un antiguo conde rumano, algunas de las características que
se atribuyen a los vampiros parece que están inspiradas en una misteriosa
enfermedad que afecta a algunos seres humanos: la porfiria, una extraña
enfermedad de la sangre.
¿La porfiria una enfermedad de vampiros?
En la porfiria, unos compuestos químicos denominados
porfirinas se acumulan en la piel, los huesos y los dientes. Algunas de estas
porfirinas sufren una reacción química por acción de la luz, lo que da lugar a
nuevos compuestos que destruyen los tejidos cercanos y, como consecuencia, la
piel se recubre de ampollas y los huesos se corroen. Esto, en fases avanzadas,
puede llegar a provocar desagradables mutilaciones en las que orejas y nariz
aparecen como corroídas, los labios deformados, las encías descarnadas, etc. En
el proceso también se produce una fuerte anemia, lo que provoca una gran
debilidad y una palidez casi cadavérica.
En definitiva, esta enfermedad reúne muchas de las
características que se atribuyen a los vampiros, seres pálidos que necesitan
vivir en la oscuridad porque la luz solar les debilita y corroe hasta destruirlos,
y que necesitan sangre fresca para reponer la suya.
Además, otra de las características típicas de los vampiros,
el horror a los ajos, también puede estar relacionada con esta enfermedad.
Parece que los ajos contienen sustancias químicas que pueden provocar que el
efecto de la luz se haga más intenso y se agrave la enfermedad.
En definitiva, los vampiros no son personajes reales. Pero,
si parece que algunas de sus características se han inspirado en una enfermedad
muy humana: la porfiria.
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Porfirinas
Las porfirinas son un grupo de compuestos químicos que se
caracterizan por la presencia de un anillo heterocíclico plano (tetrapirrol),
con un hueco interior en el que se puede llegar a situar un ión metálico.
Cuando en el hueco se sitúa un ion Fe (II) dan lugar al grupo hemo,
componente de la hemoglobina. Cuando se trata de un ión Mg (II) da lugar a la
clorofila.
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Porfiria
Se conoce como porfiria un grupo de enfermedades que se
caracterizan por la acumulación en el organismo de grandes cantidades de
porfirinas debidas a un trastorno, genético o adquirido en los procesos
metabólicos a partir de los cuáles se sintetiza la hemoglobina de la sangre.
Una alteración en el conjunto de reacciones químicas impide que estas
porfirinas lleguen a transformarse en hemoglobina, lo que produce una
acumulación de porfirinas en el organismo y anemia.
La acción de la luz sobre las porfirinas produce una
excitación electrónica en la molécula que, por medio de un proceso de
transferencia de electrones, da lugar a la formación de radicales libres a
partir de otras moléculas que se encuentran próximas. Estos radicales libres
son los causantes de la destrucción de los tejidos.
Existen varios tipos de porfirias con diferentes efectos
sobre nuestro organismo: psíquicos, cutáneos, hepáticos, etc. La variedad que
aquí se ha descrito se corresponde con la porfiria eritropoyética congénita.
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Algunas aplicaciones médicas
Pero no todo tiene por qué ser negativo. El efecto de la luz
sobre las porfirinas también puede resultar útil. Hace ya algunos años que se
está investigando la posibilidad de utilizar las porfirinas y la acción de la
luz para curar enfermedades. Se trataría de inyectar porfirinas en los tejidos
enfermos, de forma que al enviar un haz de luz sobre esos tejidos se provocaría
su destrucción. Esto podría resultar muy útil, por ejemplo, para combatir las
células cancerígenas, pero también se está investigando la posibilidad de
utilizarlo en otras enfermedades como la degeneración macular y la miopía
patológica.
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