Conde, un
golden dorado de ocho años, llora frente a un maletín gris. No sufre por la artrosis
canina -típica de su raza- que padece. Su llanto es caprichoso: quiere el
contenido de la caja, que no es otro que las herramientas de trabajo de su
dueña, la veterinaria Sandra Casado. "Cuando estaba haciendo el curso de
acupuntura practicaba con él, ¡y se sentía muy bien!", explica Sandra
Casado a Crónica. Aquella tarde de 2010 Conde quería que le pusieran agujas por
el cuerpo.
Como él,
otros faquires cuadrúpedos encuentran consuelo a sus dolencias en la acupuntura
veterinaria. "Gozan y se duermen", cuenta Sandra, de 39 años y
quien desde hace ocho aplica esta y otras técnicas alternativas en perros y
caballos. Desde un temido pitbull y su poderosa mandíbula hasta un caballo de
600 kilos, todos ceden a sus tratamientos.
Aprendió de
la que asegura es la precursora en España de la acupuntura
veterinaria, Conchita García Botey. Trabajó con ella tras licenciarse en
Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, en 2001. Entonces Conchita
sólo trataba a perros con sus agujas. Pero un compañero le comentó a Sandra que
un tal Roberto Abispot, osteópata aunque no veterinario, hacía lo mismo pero
con caballos. Y fue entonces cuando Sandra, que ya antes se había cruzado con
la acupuntura, tuvo por fin claro el camino que quería seguir: trataría losdolores
de los caballos de una manera diferente a cómo lo hacían los demás
veterinarios, sin medicinas, con agujas y con las manos. Cosa que luego haría
tanto en España como en Alemania e Italia.
La mayoría
de sus pacientes son caballos de deporte. Con sus apenas 50 kilos, Sandra
acerca paulatinamente a estos animales -que pesan 10 veces más que ella- una
caja negra identificada con el nombre y logo de su empresa: Qivet. La utiliza
para pararse sobre ella y rejonearlos con entre 5 y 20 agujas en el
dorso (que es el nombre equino para el lomo), en las manos y pies (que se
utiliza para referirse a las patas) y hasta en la cara. Las agujas, que trae
directamente de Japón para curar a caballos y perros, suelen medir entre dos y
siete centímetros. Las más pequeñas se utilizan para zonas con poco músculo,
como la cara, mientras que las más grandes -que son, también, las más atípicas-
van en el dorso.
Sandra sabe
que son animales nobles pero que pueden ser"peligrosos". Por eso se
toma su tiempo. La primera sesión con un caballo suele durar más de una hora
(en vez de los 45 minutos de las consultas regulares), pues el caballo
"tiene que aceptar la terapia". "Me voy acercando con la caja,
me siento, lo acaricio, le hablo. Si se aleja, lo respeto. Me bajo y me acerco
otra vez poco a poco". Así es como transcurre el tiempo extra.
Pero ese no
es el único motivo por el que ha de tener cuidado. Los animales que ella trata
son como jarrones chinos. "Pueden valer hasta 300.000 euros",
asegura Sandra, quien advierte que si se ponen nerviosos (cualidad que
caracteriza a los caballos) las agujas podrían romperse por la potencia
muscular de estos animales. Estas banderillas terapéuticas son de cobre o de
plástico, dependiendo de si serán utilizadas como electrodos por los que pasa
corriente eléctrica o se usarán para estimular con el pinchazo determinadas
zonas del cuerpo. La parte que entra en la piel del animal es de acero
inoxidable, recubierto de silicona.
Por las
manos de esta veterinaria han pasado triunfadores. El ganador del Campeonato de
España de Salto de este año, Ritchiet Ducas, fue preparado por ella para ese
torneo. También Vinagre, un caballo de Gran Premio de doma clásica. "Es
bonito que tu trabajo se vea, se luzca en una competición", dice Sandra.
También ha tratado a Atlántico, el caballo de Juan Matute que iba a los Juegos
Olímpicos de Pekín 2008, y que luego fue descartado.
Los días de
Sandra se dividen entre las visitas a sus pacientes equinos y al Hospital
Veterinario Vetsia, en Madrid, donde atiende a canes. "Las agujas son una
opción, sobre todo, para perros con cáncer, o muy mayores, o con enfermedades
como la artrosis", explica. Son más pequeñas que las de los caballos,
oscilan entre el medio centímetro, para un yorkshire, por ejemplo, y los cuatro
centímetros para un perro grande como el mastín. Sus dueños -dice- son
especiales pues tienen una "sensibilidad distinta", y a sus
mascotas ella las trata hasta que se mueren. Así lo hizo durante los últimos
seis años de vida del paciente que recuerda con más cariño: Strike, un perro de
prueba de la Real Sociedad del Pastor Alemán.
HIERBAS,
QUIROPRÁCTICA...
Lo de
Sandra es la Medicina Veterinaria Integrativa y entre sus técnicas destaca la
acupuntura, pero también la osteopatía, la quiropráctica, la medicina herbal,
la electromedicina, la terapia nutricional y la rehabilitación. "Cuando
empecé, la gente no sabía, decían: "¡Qué locura! Esta mujer se va a morir
de hambre" , recuerda. Pero se equivocaron. El precio medio de cada sesión
es de 50 euros, para los perros; y 120, para los caballos. En comparativa, un
poco más caras que las sesiones de acupuntura de seres humanos, que oscilan
entre los 40 y 75 euros. "Está justo pagado", aclara.
Todavía hoy
muchos desconocen que técnicas como la acupuntura se aplican en animales,
a pesar de que no es nada nuevo: en China se usaban las agujas desde el año 480
a.C. para tratar a los caballos del ejército. En España, cada vez más personas
buscan formarse en estas terapias. Sandra comparte con ellos sus conocimientos
en el centro de Formación Veterinaria (Forvet), en la Universidad Complutense y
en el Chi Institute of Europe, en Madrid. Su principal lección: "Aprender
a sentir con las manos para desarrollar el sentido del tacto". Y es que
tiene una teoría: "Si supiéramos palpar mejor no haría falta tanta
tecnología. Tocar ya es una acción terapéutica".
Conde sigue
siendo su principal aliado. A sus 12 años, ya es considerado un perro mayor.
"Sólo lo trato yo", dice.
No hay comentarios:
Publicar un comentario