La idea de dos
personas que intercambian temporalmente sus cuerpos ha protagonizado
multitud de películas y novelas. Ahora los neurocientíficos Valeria I. Petkova
y H. Henrik Ehrsson, del Instituto Karolinska de Estocolmo, han desarrollado
una tecnología que consigue engañar a nuestro cerebro para crear la ilusión de unaexperiencia
extracorporal. Los detalles se publican hoy en la revista PLoS ONE.
En una serie de experimentos con escafandras de realidad virtual, los investigadores consiguieron que una serie de voluntarios experimentaran la ilusión de intercambiar su cuerpo con el de un maniquí de plástico. "Nos interesaba un interrogante clásico que filósofos y psicólogos han discutido durante siglos: por qué creemos que el yo está dentro de nuestros cuerpos", explicó el líder del proyecto Henrik Ehrsson. "Para estudiar esto científicamente apelamos a trucos, ilusiones perceptuales". Y funcionó. De hecho, la identificación se consiguió hasta el punto de que cuando los investigadores empuñaron un cuchillo contra los maniquíes, los sujetos que se identificaban con ellos experimentaron signos de estrés psicológico similar al que tendrían si les estuviesen atacando: pulso acelerado, aumento del sudor y la conductividad de la piel,...
Los investigadores dieron un paso más allá al colocar a dos voluntarios con estos aparatos para producir una sensación recíproca de cambio de cuerpo entre personas reales. Al darse la mano, ambos sujetos procesaron la sensación de estar dándose la mano a sí mismo.
Los resultados sugieren que el cerebro construye su sensación de identidad con un cuerpo fundamentalmente a través de la vista, y no tanto por las sensaciones que recibe de los músculos, las articulaciones y la piel.
En una serie de experimentos con escafandras de realidad virtual, los investigadores consiguieron que una serie de voluntarios experimentaran la ilusión de intercambiar su cuerpo con el de un maniquí de plástico. "Nos interesaba un interrogante clásico que filósofos y psicólogos han discutido durante siglos: por qué creemos que el yo está dentro de nuestros cuerpos", explicó el líder del proyecto Henrik Ehrsson. "Para estudiar esto científicamente apelamos a trucos, ilusiones perceptuales". Y funcionó. De hecho, la identificación se consiguió hasta el punto de que cuando los investigadores empuñaron un cuchillo contra los maniquíes, los sujetos que se identificaban con ellos experimentaron signos de estrés psicológico similar al que tendrían si les estuviesen atacando: pulso acelerado, aumento del sudor y la conductividad de la piel,...
Los investigadores dieron un paso más allá al colocar a dos voluntarios con estos aparatos para producir una sensación recíproca de cambio de cuerpo entre personas reales. Al darse la mano, ambos sujetos procesaron la sensación de estar dándose la mano a sí mismo.
Los resultados sugieren que el cerebro construye su sensación de identidad con un cuerpo fundamentalmente a través de la vista, y no tanto por las sensaciones que recibe de los músculos, las articulaciones y la piel.
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